
No hubo fábrica o calle en Dock Sud, Berisso o Avellaneda sin la pintada con tiza y carbón de “Alpargatas sí, libros no”. Esa antinomia se planteaba en los albores del peronismo como bandera; desde la clase trabajadora argentina frente a una casta universitaria que la señalaba con motes tales como “cabecitas negras” o “aluvión zoológico”. Se trató de la natural reivindicación de una clase que irrumpía en la vida política del país y reafirmaba el valor de lo propio y se diferenciaba de la academia.
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