Son muchas las formas y razones del exilio y del autoexilio. Políticos, económicos, culturales, internos; individuales y colectivos. Todos son dolorosos. Por eso lo emplean los poderosos como alternativa a la muerte inmediata contra los que obstaculizan su mordedura insaciable, contra la resistencia, contra quienes califican de sobrantes. Los indígenas que viven en la urbe, lejos de sus comunidades, desplazados por la miseria y el despojo, sufren su exilio mudo, son pupila desintegrada entre innumerables.
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